Alexandre contempla la seva filla Lucrècia, amagat rere una gelosia (Història aragonesa del pontificat d’Alexandre VI, 18)

Un dels passatges més torbadors de la història aragonesa d’Alexandre VI descriu una breu escena que té lloc el primer dia de l’any 1500. El papa, després de travessar el passetto que duu del palau pontifici a Castel Sant’Angelo i amagat rere una gelosia que s’acaba apartant, contempla el seguici sumptuós de Lucrècia en pelegrinatge a les esglésies romanes pel jubileu d’aquell any. En contrast amb el relat més descriptiu, però no exempt d’ironia, del mestre de cerimònies Johannes Burckard, l’anònim aragonès hi insinua el que la llegenda negra escampava aquells dies en versos i pamflets: la relació del pontífex amb la seva jove, Sança de Nàpols, que comparteix amb ell aquell moment d’intimitat, i l’atracció amb prou feines amagada per la filla, que respon decidida la mirada del seu poderós progenitor.

{327} Cómo el grande vicario tenía la una por la mano e apetescía la otra […].

Schandalízanse muchos veyendo su débita reprehensión e yradamente dizen viciosos, maldizientes e invidos a los qui fablan con bondat porque dizen las verdades, y quanto a éstos se dirá: “Non lo fagáys e non vos lo dirán, que aquello qu’el oxo veye, mira e conosce, non se puede negar ni sconder”.

Nótese pues con buen ánimo y entender maravilloso que el miércoles primero día del anyo nuevo e primero día del mes de janero de mil e cincientos anyos, sía loado para siempre el sancto nombre de Jesuchristo, nuestro senyor Dios verdadero, y en buen puncto e buena hora sía dicho, el grande e summo senyor Alexandro papa sexto, por darse solacio, de su palacio appostólico, travessando el corredor encima la murada, se vino al castillo de Sancto Ángelo y se puso en las abitaciones baxas encima el puente, en la cámera dorada, al latto del torrión; la fenestra d’esta cámera era puesta con gelosía assaz clara, podíalo veyer qui lo desseasse. Y en esta cámera adonde stava solo, por darle algún passatiempo, le fue puesta en companyía la senyora aquella d’Esquillaig la princessa; era su nuera, mucho atractiva en lascivia y en cosas venéreas maestrada maravillosamente, segunt d’ella açagua fue dicho.

Stando solos passó por la puente, por andar e guanyar el perdón del sancto jubileo, la noble su fixa dona Lucrecia, muxer d’aquel real medio don Alfonso, hermano a la princessa, en la qual su sanctedat imprimió la vista caramente, contemplando la mucha beldat e formosura d’ella, porque era la carne tierna y su factura e ymagen. Estos entramos, el marido y ella, muxer, andavan riquíssimamente ornados, arreados e luzidos de ropas panyo d’oro secho sinse mescla ninguna sobrebroquado. Ora dexando a él, quanto a ella, por quien se fabla, su gonella e ropa alta, preciosí[si]mo panyo, con muchas grandes joyas lustrava su maravillosa persona como a sol radiante; en medio los pechos, en las tetas, trahía firmall preciosíssimo y de grande valor; en la testa, las piedras finas de diversos colores e suertes, que con el sol parescían stelas luzientes que sintillassen en el cielo. Cavalgava haqua blancha no mucho alta, de statura mediana; los paramentos le rastravan por tierra; y coxín en la silla maravilloso e riquo, cabeçanas con riendas e otras riendas ahún falsas mucho grandes e anchas, con mucha pedrería, bella cosa e mucho sumptuosa. Estos arreos eran tales que más non podían traher non solamente reynas, mas emperadrizes, si dezir e acompararse podiesse. Las donzellas d’esta dama, puestas pomposamente, con algunas otras matronas, en sus portes segunt la edat, grado e condición d’ellas. Andava acompanyada de gente de cavallo e otra de pie; las guardas eran del grande senyor su padre. De Sant Pedro, adonde era su posada, segunt en tantas partes fue dicho, fue a esta perdonança a Sanct Paulo, a Sanct Joan in Latterano y empués a Sancta María la Mayor, ecclesias cathedrales de Roma, por esta sancta indulgencia guanyarla.

Al bolver, dando vía por el mesmo puente, a su sanctedat fue bien alçada la gelosía e vivamente la contempló. Esta su fixa, quanto el veyer l’acompanyó piedosamente e mucho enamorada, may le partió el oxo. Tenía su sanctedat la una en la cámera por la mano e contemplava la otra qui passava: maravillosos exemplos fueron éstos para los hombres del mundo […].

(He publicat aquesta entrada anteriorment al blog Els Borja.)